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ran referirse al Juicio Final, a la vida perdurable o al juez que cas- tiga. Todos los textos que esco- ge son meditativos sobre la vi da y la muerte, sin referencias ex- ternas ni elementos anecddticos de ninguna clase. En esta obra, Brahms trata de encontrar un consuelo para si mismo, afligido primero por la muerte de su amigo y protector Robert Schumann y luego por la de su madre. Es indudable, que en la obra puede verse sin dificultad una latente tristeza, pero igual- mente pueden descubrirse pasajes animosos y llenos de vitalidad. El Requiem, comienza cori un brevi'simo preludio orquestal en el que las cuerdas graves, ex- ponen un tema solemne y me- lancolico que, de alguna mane- ra, podria equivaler al grave arranque habitual del Introito, “Requiem aeternam” en las mi- sas catdlicas. Posiblemente, uno de los momentos mäs hermo- sos de la partitura lo encontre- mos en el segundo movimien- to, donde el texto “Porque toda carne es como heno, y todas las glorias humanas como la flor del heno. Secdse el heno y cayo la flor”, dan origen a una de las mäs bellas melodi'as de todo el Ro- manticismo tardi'o; pero esa me- lodi'a es una especia de marcha animada y solemne, no exenta de cierta majestuosidad que se con- trapone un tanto a las melan- cdlicas palabras del texto, y mäs que lamentar la muerte, parece glorificar la vida. En el tercer movimiento, sobre las resonan- cias sombrias y profundas de la orquesta, el baritono solista, arrastrando al coro tras de el, su- plica desesperado: “Senor hazme comprender que debo teuer un fin”. El texto del cuarto movi miento: “Cuän deseables son tus moradas”, evoca la vision de la apacible felicidad que encon- trarä el hombre fiel. La soprano en el quinto movimiento canta: “Vosotros estäis tristes ahora, pe ro yo quiero volver a veros de nuevo, quiero consolaros como una madre consuela a sus hijos”. El coro repite la promesa con ale- gre confianza. La vieja costumbre alemana de que al inhumar a un muerto, un nino de coro se acer- cara a la tumba y cantara al di- funto un himno que todos los asistentes repetian, inspird a Brahms este pasaje. En el sexto movimiento el coro comienza cantando:”Pues aqui no hemos hallado una morada permanente, buscamos nuestra morada futura. Mirad, yo os revelo un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados, y esto su- cederä pronto, cuando suene la ultima trompeta”, siendo contes- tados por el baritono. Con un te ma fugado en el que el texto di- ce “Senor, solo a Ti paz, honor y fuerza”, finaliza esta escena apo- cah'ptica. El ultimo movimiento comienza con una melodi'a saca- da de la primera parte, y canta- da por las sopranos, “Dichosos aquellos que mueren en el Senor”. El amplio final de la primera par te vuelve a aparecer mäs tarde co mo final de la obra. Es indudable, que este Re quiem no es una pieza litürgi- ca, sino una reflexion sobre la vi da y la muerte motivada por la muerte de sus dos seres queridos, su madre y Schumann. Podria- mos denominar a esta obra co mo un gran lied, ya que por su tension interna y por las impli- caciones mismas de su acompa- namiento, lo es. En este, podria destacarse la discreciön con que es utilizada la orquesta. Predo- mina un colorido gris, sin aristas, como si el autor recordara siem- pre los cielos nublados de su Hamburgo natal. El tratamien- to dado al coro, deja claro que Brahms como director de co- ros, habfa dirigido bastantes obras de los grandes polifonistas del siglo XVI, asi' como de otros grandes maestros de la müsica coral anteriores a el, llegando a conseguir el increi'ble tratamien- to tecnico y la delicadeza con la que lo trata en esta obra. En este “Requiem”, no hay Apocalipsis ni tampoco salva- cidn milagrosa, sino la idea del hombre enfrentändose con pa- ciencia, valor y dignidad, a una vida en la que hay dolores pero tambien compensaciones. Javier Zdrate Gil