camino no le resultö precisamente fäcil. La Sinfonia en mi mayor de 1821 (hoy recuperada, tras diversos avatares y reorquestaciones) y la celeberrima Inacabada de 1822 representan los inten- tos de mayor nivel, quedando para el ultimo ano de la vida del compositor su obra sinfonica mäs ambiciosa, pero des- graciadamente inconclusa, la Decima sinfonia, que actualmente conocemos bajo una forma aproximativa y que contie- ne el mejor de los movimientos lentos jamäs escritos por Schubert, una pägina premonitoria del futuro sinfonismo bruckneriano. Tambien la Novena (denominada “La Grande” para diferenciarla de “La Pequena” Sexta sinfonia, asimismo en do mayor) nos permite entrever las dimensiones brucknerianas a traves de una disposicion inusitadamente amplia. A titulo de simple informaciön estadisti- ca, cabe anotar que “La Grande”, con sus 2.624 compases, supera en extension de partitura a la Novena beethoveniana (2.203 compases) y a la primera versiön (1873) de la Tercera de Bruckner (2.208 compases), datos indiscutiblemente superfluos a la hora de la ejecuciön musical, pues en esta existen parämetros insoslayables como la metrica que deter- minan la duracidn real de una partitura (la de Schubert, incluidas todas las repeticiones, que pocas veces se hacen, apenas supera los 60 minutos). Un factor mucho mäs relevante viene dado por la orquestaciön utilizada por Schubert para su Novena sinfonia. Ade- mäs de la cuerda, incluye 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes, 2 trompas, 2 trompetas, 3 trombones y timbales. En cuanto a la estructura, se sirve de la cläsica en cuatro movimientos, de los cuales el tercero es un scherzet tripartito