del pacífico reynado de estos dos monarcas, el Ynca Huás car comenzó con injustas pretensiones sobre el reyno de Quito : desconocía lo dispuesto por el testamento de su padre, i pretendía que su hermano Atahuallpa le reco nociese por Señor i le pagase un tributo. A pesar de la justicia que asistía á Atahuallpa para desechar tan teme rarias pretensiones, no quiso que prevaleciese su opinión, i propuso á su hermano, que se reunieran los grandes i señores de las dos cortes para que, discutiendo las razones alegadas de una i otra parte, decidieran, como árbitros, el punto en cuestión, bajo el compromiso de conformarse con la decisión de este gran congreso. Aun que Huáscar contaba con el triunfo, apoyado en que el mayor número de Señores del gran congreso eran naturales de su reyno, con todo, no pudieron desconocer la legalidad del testa mento de Huainacapac i la justicia de Atahuallpa, i se declararon á favor de este. Huáscar, desatendiendo la opinión de su corte, i con desprecio de las estipulaciones, quiso confiar á la suerte de las armas el triunfo de su causa: envolvió el imperio en las guerras civiles, que duraron hasta el año de 1531, en cuya época fué Huáscar vencido i reducido á prisión en su propia capital. Los dos reynos proclamaron por emperador á Atahuallpa, i este agregó á su corona la borla púrpura, emblema del imperio de los Yncas. Por este tiempo tuvo Atahuallpa la noticia del ambo de los españoles á la costa de Túmbez, los cuales, capitaneados por Francisco Pizarro, andaban en busca de conquistas. El Ynca se hallaba en Cajamarca dándose baños, i muy léjos de las dos capitales del imperio, sin mas tropas que una