— 19 - testó el interpelado.—¿Por qué? tornó á pre guntar picado el Monarca.—Para evitar. Soberano Señor repuso el interrogado, que si encuentro agradable la salsa, vaya á an- tojárseme la perdiz. A la entrada de los jardines, por la can cela de hierro de que casi al principio de estas páginas hablamos, y que es la que en ciertos dias se franquea al público, hay un magnífico estanque de más de tres varas de profundidad, apoyado en la galería que se para los jardines de la huerta, y en cuya pared se ven todavía bellísimas pinturas mi tológicas, que ni el ardiente sol, ni los vio lentos aguaceros de Andalucía han podido deslustrar De este estanque se refiere, que hallándo se muy preocupado D. Pedro con la idea de á que Juez confiaría el sentenciar un pleito sumamente enmarañado y oscuro, cortó una naranja en dos mitades, y colo có una de estas sobre la superficie de las aguas del estanque. Hizo venir á un Juez y le preguntó qué era lo que sobrenadaba. Contestóle el Juez que era una naranja, y descontento el Rey lo despidió, mandando llamar sucesivamente á otros varios Jueces de quienes, habiéndoles hecho la misma pre gunta, obtuvo también la misma respuesta.