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rado, el cual a los pocos días le visitó como tenia intención de hacerlo antes de embarcarse. En la conferencia ambos mostraron cortesia y buena voluntad pues ya no había causa verda dera de recelo; y como puede imajinarse, cada uno de los dos jefes contempló al otro con no pe queño interés, pues ambos habian llegado a una grande altura en materia de arriesgadas empresas. En la comparación sin embargo Alvarado tenia al guna ventaja sobre Pizarro; pues este aunque de presencia majestuosa no tenia el esterior brillan te, las maneras francas y joviales que no menos que su fresca tez y sus dorados cabellos habian granjeado al conquistador de Guatemala en sus campañas contra los aztecas el sobrenombre de Tonaliuh o hijo del Sol. Grandes funciones presenció entonces la antigua ciudad de Pachacamac; pero en vez de los cánti cos y sacrificios ofrecidos en honor de la divini dad india, resonaron en ella los ecos de los tor neos moriscos y de los juegos de cañas y justas con que los guerreros españoles se complacían en recordar las diversiones de su país natal. Termi nadas las funciones, Alvarado se volvió a embar car para su gobierno de Guatemala, donde su áni mo inquieto le empeñó de nuevo en otras empre sas que pusieron término a su vida aventurera. Su espedicion al Perú daba una idea perfecta del carácter y vida de aquel hombre. Estaba fundada en la injusticia, fué ejecutada con temeridad y concluyó desastrosamente (1). La sumisión del Perú podia ya considerarse en cierto modo como completa. Algunas tribus bár baras de lo interior se sostenían todavía indepen dientes; pero Alonso de Alvarado, oficial prudente e instruido, estaba encargado de subyugarlas. Be- nalcazár se hallaba aun en Quito, de cuya capital fué nombrado después gobernador por la corona. Allí empezó a abrir cimientos mas profundos para consolidar el poder de los españoles y ade lantar hácia el norte la línea de sus conquistas. El Cuzco, la antigua capital de la monarquía india, se había sometido. Los ejércitos de Atahualpa ha bian sido derrotados y dispersados. El imperio de los Incas estaba disuelto, y el principe que lleva ba la diadema peruana no era mas que una som bra de rei, que un instrumento del conquistador. El primer acto del gobernador fué determinar el sitio donde había de edificarse la futura capital de aquel vasto imperio colonial. El Cuzco, pobla ción retirada entre montañas, estaba demasiado léjos de la costa para capital de un pueblo comer ciante. El pequeño establecimiento de San Miguel estaba demasiado al Norte. Era de desear alguna posición mas central de las que fácilmente podían encontrarse en alguno de los fértiles valles a ori lias del Pacífico, por ejemplo el de Pachacamac que Pizarro ocupaba entonces. Pero examinado con mas detención este punto, se prefirió el inme diato valle de Rimac que se estendia hácia el Nor te, y cuyo nombre, que significa en lengua qui chua uno que habla, procedía de un célebre ídolo que tenia un templo mui frecuentado de los indios (1) Naharro, relación sumaria, M. S.—Pedro biza rro, Descub. y Conq. M. S.—Carta de Francisco Piza rro al señor de Molina, M. S. Alvarado murió en 1541 de resultas de las heridas que recibió cayendo despeñado con su caballo al que rer subir un precipicio en la Nueva Galicia. En el mis mo año por una singular coincidencia pereció su bella esposa en la inundación que destruyó a Goalemala, causada por un torrente de las vecinas montañas. a causa de los oráculos que en él se daban. Por este valle corría un ancho rio que como una gran de arteria suministraba por efecto de la industria de los indios mil pequeñas venas que fertilizaban los hermosos prados. En sus riberas fijó Pizarro el sitio de su nueva capital, a poco menos de dos leguas de su naci miento, donde se estendia formando un cómodo puerto para el comercio que el ojo profético del fundador viú que había de cubrir sus aguas en alguna época, y no mui distante. La situación cen tral de aquel punto le hacia a propósito para resi dencia del virei, pues desde él podia fácilmente comunicarse con los diferentes distritos del pais, y vijilar de cerca los movimientos de sus vasallos indios. El clima era delicioso, y aunque a solos doce grados al Sur de la línea, templaban tanto el aire las tibias brisas que jeneralmente se levantan del Pacífico o de las opuestas cordilleras, que el calor era allí menos sensible que en los puntos del continente situados a igual latitud. Nunca llovía en la costa; pero correjia esta sequedad una nube de vapores que en los meses de verano se estendia como una cortina sobre el valle protejiéndole de los rayos del sol de los trópicos y destilando im perceptiblemente una humedad refrijerante que vestía los campos del mas brillante verdor. Dióse por nombre a la naciente capital Ciudad délos Reyes, en honor déla fiesta de la Epifanía, pues fué el 6 de enero de 1535 cuando, según se dice, fué fundada, o mas probablemente cuando se determinó el sitio que habia de tener, porque la construcción parece haberse verificado doce años después (1). Pero el nombre castellano cesó de estar en uso aun en tiempo de la primera jene- racion, y fué reemplazado por el de Lima que es una corrupción del nombre primitivo indio de Rimac (2). El plan para su construcción era mui regular. Las calles debían ser mucho mas anchas que las de las ciudades españolas, y perfectamente alinea das, cruzándose unas a otras en ángulos rectos y bastante apartados para dejar anchó espacio para jardines y plazas públicas. Diósele una forma triangular teniendo el rio por base, cuyas aguas llevadas por acueductos de piedra debian atravesar las principales calles y facilitar el riego de los jar dines de las casas. No bien decidió el gobernador el sitio y el plan de la ciudad, comenzó con su característica enerjia las operaciones. Reuniéronse indios de mas de cien millas a la redonda para ayudar a la obra; los españoles se dedicaron con vigor a esta tarea bajo la vijilancia de su jefe; cambióse la espada por el instrumento del artesano, convirtióse el campo en un enjambre de dilijentes trabajadores, y a los so nidos de la guerra reemplazaron los rumores de una bulliciosa población. La estensa plaza debía estar formada por la catedral, el palacio del virei, (1) Esto dice Quintana, siguiendo la autoridad que él llama segura, del padre Bernabé Cobo en su libro titulado Fundación de fÁma. Españoles célebres, tomo II, p. 250, nota. (2) Los manuscritos de los antiguos conquistadores demuestran cuán desde el principio se corrompió el nombre primitivo indio en el de Lima. «Y el marqués se passó a Lima y fundó Ja ciudad de los rreyes que agora os.» (Pedro Pizarro, Descub. y Conq.) «Asimis mo ordenaron que se pasasen el pueblo que tenían en Xauxa poblado a este valle de Lima donde agora es es ta ciudad de los rreyes y aquí se pobló.» Conq. y Pob. del Pirú, M. S.