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9 La vanguardia de las tropas ausiliares la mandaba el Caci que de Guasca, i la retaguardia Quixinimpaba, pariente in mediato del Zipa. El Cacique de Sogamoso medió en esta cuestión, i el Sumo Sacerdote de Iraca propuso al Zaque que cediese al Zipa los cacicazgos de Icabuco i Tibaná, i que le hiciese un presente considerable de oro, para que se ajustase la paz por dos años. Así se terminó esta invasión, que pre ludiaba el aniquilamiento del poder de los Zaques. Las tro pas del Zipa volvieron a sus hogares, a escepcion de 20,000 hombres destinados a castigar la reciente rebelión de los ca ciques de Ebaté i Susa, lo que así verificó Zaquesazipa mar chando luego a visitar a la poderosa Furatena, que manda- daba en los muzos. 11. Las armas de los muiscas consistían en hondas, macanas que les servían de espada por el filo, i de garrote por su espesor, i las flechas formadas de puntas de madera petrificadas, o de espinas gruesas de pescado, que prepara ban con venenos activos. Creían en un Ser Supremo i en la inmortalidad del alma, i adoraban al sol i a la luna, bajo los nombres de Zuhé i Chia. Conservaban por la tradición que un estranjero llamado Nenquetheba, Bochica o Zuhé, que tenia la barba larga, los cabellos recojidos i los pies desnu dos, i que predicaba la verdad, había convertido en lechuza, según unos, i en la luna, según otros, a una hermosa mujer llamada Chia, Yubecayguaya o Huythaca, que defendía sus doctrinas, i que habia causado la inundación de la esplana- da de Bogotá. El mismo Bochica con su palo habia herido la serranía, i las aguas desde entónces se precipitaron en la catarata del Tequenthama, salvando así a Cundinamarca de la inundación. Bochica, después de haber hecho infinitos bienes a los muiscas, se retiró a Sogamosp, en donde vivió dos mil años, al cabo de los cuales fué trasportado al cielo, i dejó al Cacique de allí por heredero de su santidad i de su poder, i desde entónces dató la veneración de los indios al Sumo Sacerdote de Iraca o Sugamuxi. La relijion chibcha tenia sus agoreros llamados Chuques i sus ministros deno minados Jeques, los cuales ofrecíanlas víctimas i presenta ban las ofrendas. Los sacrificios de primera clase eran los de las víctimas humanas, i los de segunda, los de los anima les, prefiriéndose en los primeros los mancebos naturales del territorio de los Llanos del Oriente, a los cuales mantenían en los templos hasta los diez años, viviendo con toda pureza.