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encomendarse a otro poder qe no sea el qe le a da do la naturaleza para labrarse su felicidad, i qe por someterse al orden fatal de su destino, debe encade nar en la inercia sus facultades activas. La sociedad posee pues esa soberanía de juicio i de voluntad qe constituye en el individuo la capacidad de obrar su propio bien i engrandecimiento, mien tras qe no ofenda la justicia. Del mismo modo qe este, ella puede acertar o estraviarse, ora sea apresuran do el curso de aqellas causas naturales qe an de traer por consecuencia necesaria su perfección, ora sea violentando a la misma naturaleza i acarreándose con sus errores la decadencia o una ruina eterna qe no deje mas qe el recuerdo de su nombre i de sus vicios. No puedo negar, con todo, qe la debilidad, la ignorancia u otros accidentes qe no son estrados en la istoria del mundo i qe son difíciles de evitar, suelen obrar las desgracias de los pueblos, no obs tante qe estos pusieran de su parte todo su esfuerzo en parar el golpe qe los ace sucumbir; pero es ta misma consideración nos convence precisamen te de la necesidad premiosa qe la sociedad tiene de tomar a su cargo su conservación i desarrollo, va liéndose no solo de sus propios elementos, sino de las lecciones qe la experiencia le subministre, estu diando a la umanidad en sus virtudes i en sus abe rraciones i vicios para sacar de su mismo estudio el