Volltext Seite (XML)
[ 54 ] “de Quito a mi prisión de Bogotá trayéndotnc la alocución, la esposa “de Herran me ha ofrecido el indulto con tal que en el patíbulo sos tenga la calumnia, i por todo esto es que yo la he sostenido, no por “que sea cierto que el inocente Obando me haya dado tal orden”: hai quién crea, repito, que Herran i sus ajente« se lo hubieran dejado de cir? I si no tuvo libertad para declarar este estreñí o ¿que crédito merece lo que declaró? podrán negar que era mas fácil el que un veV- dadero naranjo fructificase verdaderas aceitunas que el que ellos le hu bieran permitido hablar de este modo? podrán negar que esto es así? I si lo niegan ¿habrá quién les crea que sí se lo hubieran permitido? Los que no podían sufrir que un insignificante ciudadano compadecie se al perseguido después de Huilquipamba, diciendo debajo de su te cho que sentía la muerte de Obando por que en su concepto era inocen te ¿habrían permitido que Morillo proclamase esta inocencia en la pla za de la capital al frente de un banquillo? Los que hicieron peligro sos hasta los consonantes de Obando; los que hicieron causa divina la causa de la persecución; los que no tenían mas regla para premiar o cas tigar que el vituperio o la alabanza, la acusación o la defensa, la mal dición o la lástima del perseguido ¿habrían permitido que Morillo hi ciese semejante declaración? I si no le habrían permitido esta ¿qué valor le queda a la que hizo, qué libertad tenia para declarar? La masa del pueblo, desde mui temprano acostumbrada a ver las verdades de la relijion escritas en la Biblia, el Cuotidiano o el Padre Villacastin con las letras con que se imprimen estos libros, toma pol lo pronto por verdades de la relijion las calumnias i maldiciones que ve escritas con estas mismas letras de orden del gobierno; i aun al gunos que pueden reputarse desertores de esa masa, aunque andan confundidos entre la jente civilizada, suelen decir ¡romo no! si está en la Gaceta. El engaño pasa, pero la impresión queda: el desengaño viene, pero viene tarde cuando la calumnia ha propucido su efecto. He ahí por qué los Gobiernos corrompidos se apresuran a circular menti ras i calumnias impresas: he ahí por qué secuestran las imprentas i per siguen las publicaciones que no son esciusivamente suyas. § 37—Inducciones naturales. Un hombre, i hombre de mala vida, creyente a no tener poi qué dudarlo, ignorante como pocos, acosado de remordimientos, en el desconcierto jeneral de todas sus facultades, viendo con sus mismos ojos cscavar su sepultura, i sabiendo a ciencia cierta que iba a morir [poi que en la hipótesis de Herran o de los impostores él sabia que -iba a morir], este hombre se hallaba, según lo sostienen ellos, tan sosegado, entero, juicioso e iluminado, que pudo hablar como un Clemente XIV. Herran, Herran ¡qué pajinita la que se te espera en la historia! Ya