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[ 42 I hundoen mala !a ira prenunció este sonido, (jara oicfo por uno de los ministriles do la política ministeria 1 , creyó que habían men tado a Obando; i entrando en una escrupulosa indagación, los pusieron en calzas prietas hasta que se averiguó lo que verdaderamente se ha- bia dicho: de manera que conocidos los peligros de este sonido, que daron abolidas las terminaciones en ando, i por consiguiente hasta los jerundios, de los cuales solo existían en su fuerza i vigor, los aca bados en endo, Murgueitio, frai Jerundio de Campázas, i otro que no le va en zaga, autor de cierto Sueño publicado en Chile, i a quien Mos quera conoce como a su misma persona. Reunidos los ejércitos aliados un dia que supieron que estaba Obando por las inmediaciones de Pasto con treinta i ocho fusileros i otros tantos paquetes de cartuchos, a muchas leguas de su campo, re conociendo unas posiciones de la montaña de la Laguna, salieron en número de mas de dos mil hombres a atacarle. El ataque filé impre visto, i Obando no podía evitarlo por que el enemigo estaba inter puesto entre él i su campo: peleó, rechazando oprobiosamente a toda esa morisma, hasta que se quemó el último cartucho, i abandonó el campo llevando su espada. Este es, señores, el famoso fecho de ar mas de Huilquipamba, repetido por ellos en todos los diarios del mun do, i por el cual no se avergonzaron de hacerse poner arcos triunfa les i ceñir guirnaldas, Flores en Quito, i Herran i Mosquera en Po- payan. “Ni la resistencia de Leónidas que con 300 esparciatas contu- “vo millones de persas en el paso de las Termopilas:” ni la gloriosa ba talla de Alcaraz en que Pedro I despedazó cien mil moros con solo treinta mil aragoneses: ni la asombrosa jornada en que Canos XII de Suecia con ocho mil soldados venció a ochenta mil enemigos: ni el espléndido triunfo que el de la Triste figura obtuvo sobre los dis ciplinantes, ni en fin todas las batallas juntas en que el menor nú mero ha hecho morder el polvo al número mayor, fueron participa - dos con palabras tan rimbombantes como la sin par halulla de Huil- (¡urpambu. ¡Ai, Dios mió! i qué de castrametaciones, antiguos cicatri zas. movimientos de fin neo, vestidos orlados, punios de mayor peligro, alas, centros i periferias hubo entonces en los partes i recíprocos galanteos de los hijos de Marte. Así es como en todos los tiempos se han crea do en este mundo muchas reputaciones militares. Después que con estos galanteos i comercio de mutuos elojios (en que nada se quedaron a deber uno a otro) Flores habia ya for mado la reputación militar de Mosquera i de su futuro yerno, i es tos habían formado también la de Flores, cambiando alabanzas ofi ciales por el distinguido comportamiento, pasmoso arrojo, e indecible